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La pinta es lo de menos

Viernes 8 de Agosto

Hoy me toca la calza con el agujero. Miro la entrepierna y compruebo que ahí sigue. Cierro fuerte  los ojos y los vuelvo a abrir para ver si se va. Como lo sospeché. Lo peor es que va creciendo como si tuviera entidad propia, como los yuyos o los hongos venenosos. La pantaleta está desgastada de tanto que la uso (el 80 por ciento de la ropa que tengo todavía no me entra y el otro 20 es incómodo para estar de entre casa). Cada vez que uso esta suerte de yoguineta filmeteadora de carnaza aflanada tengo la fantasía que para la próxima va a estar remendada, aunque eso nunca sucede. Entonces llega esa  próxima vez y el agujero me hace frente con más fuerzas, imponiéndose con personalidad. Después de todo ¿quién soy yo para contradecirlo? Además, buscándole un punto positivo, genera una suerte de corriente que permite ventilar la zona si está cargada, quiero decir: si no me pude bañar, que pasa con frecuencia, resulta ser una buena alternativa de refresque.
Como la calzeta tiene colores poco combinables con base negra revuelvo los cajones y no encuentro nada que me combine (porque puedo estar raída y agujereada pero todavía me queda algo de dignidad e intento estar lo mejor posible en mi peor versión). Miro dentro de la bolsa en la que estoy guardando algo de ropa para regalar y rescato una camisa toda aratonada de color negra. Me la pongo a pesar de que me haga más panza. Eso de cambiar algo de vestimenta para no tener estas pintas va a quedar para otra temporada, me imagino.
Hoy no llegué a lavarme el pelo por eso lo estiro bien y lo ato con una gomita. Las canas que parecen nunca crecer salen puntiagudas a través del resto del pelo decolorado que ya necesita una visita a la peluquería (que también tendrá que esperar).
No encuentro la pincita de depilar. Tengo unos cuantos pelos desubicados debajo de las cejas y algunos en el mentón. Me acuerdo de la bruja de Blanca nieves y veo por el espejo que pongo cara de asco. Ahí me doy cuenta de que estoy algo verdosa. Muevo la cabeza de un lado al otro a ver si es cosa del reflejo. No estoy segura de si uno de los ojos ya no se mueve. Tal vez necesite dormir un poco más.

Salgo de la habitación para volver a repetir las mismas actividades que vengo repitiendo desde hace no sé cuantos días o semanas o meses. Miro a Mateo que me sonríe. Seguro que para él estoy hermosa y eso me alcanza, por el momento.

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