Ya la música sonaba y era hora de ponerse a bailar.
Voy a intentar resumir lo que viví en este período al que yo llamaría: El Trimestre del Perezoso. Lo acompaño con un video muy ejemplificador. Soy yo en pinta.
La salutación
Antes de salir de la primera consulta, la obstetra me da una carpeta roja con unas hojas impresas que decían al comienzo: ¡Enhorabuena! Está usted embarazada. Desde este momento queremos decirle que usted no es una enferma sino que entra en un proceso fisiológico de cambios y necesita un control.
Después de la palabra enferma las letras comenzaron a hacerse chiquitas hasta que se convirtieron en puntos suspensivos a los que les crecieron alas de moscas. Comenzaron a zumbar y salieron volando. Las hojas se quedaron en blanco y la palabra enferma, al no tener un punto final que la sostuviera, quedó colgando en un vaivén chirriante.
¿Por qué usarían esa palabra dentro de un mensaje de felicitaciones?
Uno de los puntos alados que moscardeaba cerca se metió con violencia en el ojo izquierdo.
La aspiradora invisible
En cuestiones de días me puse bien mullida y las caderas, como puntas de un ancla, pusieron freno rotundo a los skinny jeans. Dos sueños intentaron recrear las razones: en uno, nos íbamos de viaje y teníamos que comprobar la presión de los neumáticos. Le agregamos aire a las cuatro ruedas. Al terminar, me coloco el pico en la boca y le doy al botón de inflar.
En el otro sueño, me encontraba en una piscina y tenía que tomarme toda el agua que había dentro. Lo hacía sin ninguna dificultad.
No son los postres
En esta etapa, la gente que te rodea te ve distinta pero no se aventura a meter la pata si es que tiene algún tipo de filtro entre lo que piensa y lo que dice. Hay que dejar en claro que no toda mujer con tripa está embarazada y no a toda embarazada se le nota la tripa en los primeros meses. La mía, en poco más de ocho semanas, se parecía a la masa de pan que dejás levar una hora.
Cámara lenta
Con las horas todo fue volviéndose lento e innecesario. El cuerpo ya no se sostenía con gracilidad por sí solo y era necesario una silla o un sofá para reposar la humanidad mullida.
Una ola de trece metros de cansancio me volteó por completo y lo único que deseaba era estar acostada en mi árbol, suspendida, mientras la respiración se volviera más lenta y las fuerzas se desviaran al laboratorio interior para cuidar al prototipo Tucu-tucu.
Levantarse para ir al baño se había convertido en el gran descenso del Perezoso del árbol. Un desafío. La sensación de arrastrarme hacia los lugares hizo que entendiera lo que sería envejecer de un día para el otro sin tiempo de adaptación.
Pero la mente es bondadosa y, en un acto de amor y de entrega, decidió ponerle fin a su ruidoso motor. Acompañaría al cuerpo en este proceso de creación tan especial.
Así decidió que era hora de que hibernaran juntos.
1 comentario:
Me encanta como lo contás! Suena raro... pero me muero de ganas de experimentarlo... ah! Que ansiedad!
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