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Primer Trimestre: Flashes del Perezoso

El Invernadero
Recinto en el que se mantienen constantes la temperatura, la humedad y otros factores ambientales para favorecer el cultivo.

Abril de 2010. Buenos Aires. Dos de la tarde. Dos meses y medio. De visita y mucho que hacer. ¿Mucho?
Cómoda, la cama. Ratito de sueño. Huy, las zapatillas. Si me las quito, más cómoda. Para taparme. Pero tantos cordones. Tengo que sentarme un segundo. ¿Sentarme? A ver si estiro el brazo. Nada. Qué chiflete entra. A ver, estiro el brazo. Un poco. Qué lejos queda. La punta de la colcha, la tengo. Mejor envuelta como un canelón. Listo. Recién las cuatro.
Mayo de 2010. Madrid. De regreso. Tres de la tarde. O seis. U ocho. Cómodo, el sofá. Ratito de sueño.

El naso del sabueso
 Cada persona tiene un olor. Cada cosa, una fragancia propia. Un mueble, por ejemplo. Y salir a la calle. Cada barrio con su químico natural se distingue de otro.
Una ciudad no huele igual a otra. Un beso tampoco. ¿Y la almohada?, uno sabe cuando no es la suya.
Entrar a una casa es entrar a la vida de alguien por los sentidos. Y la heladera de cada casa tiene una esencia, una historia personal. Como cada habitación que habla de su pasado y su presente y del alma que el dueño le confiere con su dosis balsámica diaria.
En este trimestre, la nariz crece para salir de la discapacidad que la llevó a consumir cantidades innecesarias de perfume apestoso para sentirse viva. Despiertan sus funciones ancestrales y se convierte en un arma potente para el cuerpo, muchas veces, de doble filo.

El doble filo es la colonia de tu marido que perfora con astillas las fosas nasales, bloqueando la capacidad de oxigenarte. Es viajar en metro y respirar únicamente lo que no se han duchado y la ropa que lleva sucia más de un mes (en ese momento pensás que estaría bien inspirar un poco de la colonia astillada y tapar el olor a vagabundo. Pero resulta curioso que al final los tufos se distinguen separadamente, intentes lo que intentes).
El jabón que usaste toda la vida se transforma en una pastilla con radiaciones químicas impuras, capaz de matar a cualquier ser vivo. El sofrito, base de toda comida, muta en bomba de gas lacrimógeno. Ni hablar del café que lo sentís a doscientos metros en la boca de cualquiera revelándose como desecho cloacal con intenciones venenosas.

Un lenguado en la boca
Los dos sentidos que se manifiestan como dioses, en este trimestre, son el olfato y el gusto.
A la lengua le crecen dos ojitos en la punta, uno al lado del otro, y hay que estar al loro porque los pescadores furtivos aseguran que es una variedad exquisita de lenguado, muy demandada en el mercado negro ruso, tan costosa como el caviar de centurión.

El pedazo de carne, de cualquier carne, se transforma en un roedor crudo sin cola, eso sí, con salcita rica-rica por encima. Cualquier cosa asada huele a pelo quemado o a cementerio fresco en llamas. La comida china, a perros y palomas cortados finito, que empapados de sodio despistan el gusto a carne vieja.
Pero La Lenguada lo siente todo. La morcilla evoca la imagen del relleno de un cubo de basura triturado y la sal se siente en cualquier cosa, hasta en una manzana.
En este trimestre se regresa a los gustos básicos de la infancia: milanesas con puré o papas fritas, fideos con salsa de tomate, leche con chocolate y tostaditas con mantequilla, en mi caso.


2 comentarios:

Mañosa dijo...

Ay, ay, ay... me estás asustando. Todo eso?

Lo estoy pensando dos veces.

jajaja

Besos!

M.

Svor dijo...

Hola mañosa,
No te asustes para nada. Cada mujer lo vive distinto y, si es algo que uno desea verdaderamente, todo se reduce a una simple anécdota.
Te mando un saludo