Bajo las escaleras en pantuflas.
Preparo una mamadera, entibio la leche, mato algunas hormigas, tomo un poco de
agua, me quejo de la acidez. Subo las escaleras. Acomodo el almohadón de la
mecedora. Me acerco a la cuna. Descubro el tul anti mosquitos y bichacos. Le
pongo el babero y le doy la leche o eso intento porque nunca se sabe qué suerte
va a
tener uno en esta materia.
Vuelvo a la cama. Suena el
despertador 5.30am. Bajo las escaleras, lavo mamaderas. Preparo una y repito lo
anterior.
Suena el despertador a las
7.30am. Cali duerme con nosotros. La aúpo y la llevo a su habitación para ponerle
el uniforme del cole. Le lavo dientes, manos y la peino. Preparo desayuno.
Ordeno lo que puedo de la casa
(cada vez menos), me baño a los trotes y al mirar para abajo veo que tengo las
uñas largas del pie y me prometo cortarlas en cuanto pueda. Baño a Mateo, le
doy unos besitos. Preparo el almuerzo que en la mayoría de los casos es el
rejunte de sobras si no está el marido. Preparo otra mamadera.
Juego con Mateo, con Cali, reto a
Cali, le limpio popó a Cali y cambio
pañales. Reto a Cali otra vez. Atiendo el teléfono. Abro una Coca Cola y me la
tiro en la cabeza para ver si logro alguna suerte de shock cafeínico. Se hace
de noche inexplicablemente. Preparo la comida si puedo, si no, pedimos. Baño a
Cali. La vuelvo a retar. Cenamos. Duermo a la nena en su habitación sabiendo
que al rato aparecerá en la cama nuestra.
Suena el despertador a las
2.30am.
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