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El implante

A penas le dimos la espalda al mostrador del laboratorio, sentí como si nos hubiera caído en la cabeza un cubo grande de agua divina (algo así como la bendita pero con poderes extra).
Al cruzar la puerta de cristal de salida, tuve ganas de correr para todos los costados al mismo tiempo como una gallina a la que se intenta atrapar sin tener mucha experiencia.
Quería desparramar la noticia sin piedad, pero lo prudente era ver a la doctora antes.
Me desilusioné tremendamente cuando, al pedir la cita, me dijeron con esa voz de aquí no pasa nada, que tenía que esperar como tres semanas y media. ¿Y mientras tanto, qué?, le pregunté en vivo y en directo a la regordeta de la recepción con pinta de buena gente. Vida normal, contestó sin tener mucha idea de lo que eso significaba, al igual que yo.
¿Tres semanas y media? Era demasiado. Y como quien fracasa a los pocos días de comenzar una dieta, lo contamos a la familia unos días antes de saber si estaba todo bien. Si tenía que pasar algo malo iba a pasar, lo contáramos o no, y nadie nos quitaría el momento de felicidad compartido que siempre se hace más grande y luminoso.

Hay muchos tipos de implantes. Implantes de pelo, implantes de mama, implantes dentales, de pechos para los hombres adictos al músculo deforme, faciales y no sé cuántos más. El que a mí me interesaba era el embrionario, el del prototipo. Y de eso se trataría la primera visita: confirmar que el implante (natural) fuera correcto y aclarar la frase “estás MUY embarazada”.

La consulta de la doctora quedaba frente de casa. Comodísimo. A tiro de piedra. Iba a ser la primera vez que no tomaría un medio de transporte para acceder a algo. Vivir en Las Tablas puede ser pacífico y verde, pero muchas veces es como vivir al margen del mundo, en este caso, madrileño y de sus rituales.
Llegamos a la cita puntual. Cómo para no estar a tiempo. Había que bajar por el ascensor, abrir la puerta y cruzar la calle, punto.
Ese fue el primer día que conocí a la doc., una mujer como de mi edad, muy delgadita y perdida dentro del guardapolvo blanco. Simpática al mismo tiempo que fría y expeditiva.
De su boca, un mensaje telegráfico. Pocas palabras para unir y desarmar:
“Veamos al churumbel. Todo bien de momento. Ocho semanas. Lo que suena es el corazón. Un solo corazón. Estos son los estudios que me traes a la vuelta. Hasta la próxima”.

A mí solo me quedó la imagen de una alubia haciendo tucu-tucu, tucu-tucu y la emoción de haber pasado el primer nivel de El gran juego misterioso de la vida sin más ayuda que un par de agujas y la confianza en mi instinto diciéndome que todo iba a salir bien.

3 comentarios:

Mañosa dijo...

Felicitaciones!!!

Ahora, cómo es eso del implante? hicieron un tratamiento de fertilización??

como fue?

Svor dijo...

Hola Mañosa,
No se hizo ningún implante artificial. Lo que se controla durante la primera visita a la obstetra es si el embrión gestado de forma natural está bien implantado en el útero. Parece algo obvio pero no es así. De esto dependerá que el embarazo sigue su curso o no.
Espero haber contestado tu pregunta.
Un saludo grande

Svor

web de pediatría dijo...

Estimadas, es fundamental a parte de la experiencia del profesional, la contención y apoyo psicologico para ambos futuros padres.
un abrazo