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Mateo

Diciembre de 2014, Buenos Aires
El vientre con Mateo y para él se llena a cuenta gotas, dicen, pero yo sé que mi hombrecito está bien. Voy por el mes cinco. Acostada en el pasto que se queja cada vez que me muevo se vuelve una sábana para taparme. Y duermo abrazada a mi futuro bebé. Hay mucho celeste y una hoja que brilla. Luces diminutas vuelan. Serán hadas.
Una gota que cae con intención en la mejilla rueda y se transforma en una lágrima para despertarme. El cielo, ahora, cargado con nubes grises y pinceladas negras trae al frío. El pasto sigue fresco debajo del cuerpo redondo y calentito que tengo, aunque se amarillenta a penas me reclino. Agarro un puñado de tierra seca de la nada y un árbol que está a la vista envejece. ¿Abril?
El vestido que tengo puesto aparece cortado en horizontal entre las dos caderas. ¿Está todo bien? El vientre sigue abultado pero blando, muy blando. Puedo tocarlo sin sentir nada.
Tres cuerpos con trajes blancos aparecen de un segundo a otro. Me extienden la mano. Les doy la mía. Giran la cabeza y señalan para dónde hay que ir. Desaparecen, sin un abrazo, sin una sonrisa.
Camino con la sensación inexplicable de estar desconectada de alguna fuente de energía. Después de algún tiempo llego a una rama gigante de donde cuelgan unas cajitas ovaladas transparentes. Me acerco más. Adentro, bebés. Otras ramitas diminutas y blandas salen de sus narices, bocas, pies y manos. Algunos las tienen desde el corazón. Una de las cajitas dice: Mateo. No alcanzo a ver a mi bebé aunque salte. Vigilo, espero, estiro otra vez los brazos, me vuelvo a quedar dormida. De esa raja del vestido sale cansancio y un grito que duele y se transforma en eco.
Al despertar la cajita está a mi lado. Mi bebé duerme lejos de los pechos que todavía llenos preguntan por él. Hasta que la incertidumbre y la confusión los evaporen.
Abrazo la cajita con fuerza esperando que mi amor bañado en lágrimas la derrita.

Mateo estuvo 8 días en neo. Nació el 29 de abril con 2.399 kilos por cesárea a las 39 semanas. A los dos días tuve que volverme a casa sin él. Lejos de su calor y quedándome con la necesidad de sentirlo pegado a mí. La Ictericia y la temperatura se regularon con los días. Una pequeña cardiopatía (CIV) nos acompañará por algún tiempo. Ojalá que se vaya cerrando rápido con cada besito que le doy al sacarle su ropita para bañarlo.

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