Una niña delgada y con rizos rubios se sienta al lado. Me
baja de la nube boba en la que floto llena de esponjosas revelaciones y promesas.
Está vestida de azul-Tommy Hilfiger. Le sonrío con ternura, una inversión al
futuro. Los niños me encantan. Y ahí mismo, porque sí, me saca la lengua
frunciendo el ceño y gira la cabeza. La mocosa me corta, otra vez, el mambo
rosa.
Si bien me da la espalda, no dejo de clavarle la mirada en
la nuca. Espero afilando los párpados. Esto se debatirá en cuestiones de
segundos. Vuelve a darse la vuelta y, entonces, sin darle tiempo (pispeando que
nadie me esté viendo), le saco la lengua también. Hay heridas que el tiempo
nunca cura.
Me levanto llena de triunfo, miro el reloj. Tengo unos
minutos. Es necesario meterme en otra tienda. Mi niñita dolida necesita un
consuelo extra.
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