Parada en una orilla del río veo
la otra que está cerca y lejos al mismo tiempo. El agua salpica mientras no
para y arrastra o conduce lo que la habita. Hace tres años y medio nació Cali y
hace poco más de dos meses, Mateo. Mis dos orillas. En el medio, un cóctel de
recuerdos que salpican al abrir la coctelera.
Con el diario tuve la intención de
relatar, en momento presente, lo que iba viviendo. En mi lista de los “nunca
logrados” sumé este no-logro. Excusas, infinitas: por olvido, por pereza,
porque me salieron muchos orzuelos o por pura insatisfacción del relato que
siempre terminaba para revisión un días más. Ahora estaría bueno retitularlo: Relatos de una ex embarazada. Pero si
vuelvo a quedar (pérdida de cabeza mediante), tendría que volver al nombre
original.
Por otro lado, hasta que uno deja
de sentirse embarazada pasa un tiempo. Con Cali me llevó dos años (físicamente
sobre todo por los talles extras, las carnes mal acomodadas y las confusiones
de las personas que no te conocen. Las que te conocen se van acostumbrando a tu
nuevo formato maxi).
No estoy segura de ponerme las
pilas con los relatos justo ahora que tengo menos tiempo que nunca. Esta poca
confianza hacía mí misma me frustra y hace que germine muy mal humor. Si no lo
hice antes, ¿qué me hace pensar que lo voy a hacer ahora? Tal vez la bofetada
que recibo de haber vivido la mitad de mi vida (si tengo esa suerte) sea la
clave para dejar de procrastinar. No hay tiempo que perder.
Me voy a poner manos a la obra,
literalmente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario