El vientre con Mateo y para él se
llena a cuenta gotas, dicen, pero yo sé que mi hombrecito está bien. Voy por el
mes cinco. Acostada en el pasto que se queja cada vez que me muevo se vuelve
una sábana para taparme. Y duermo abrazada a mi futuro bebé. Hay mucho celeste
y una hoja que brilla. Luces diminutas vuelan. Serán hadas.
Una gota que cae con intención en
la mejilla rueda y se transforma en una lágrima para despertarme. El cielo,
ahora, cargado con nubes grises y pinceladas negras trae al frío. El pasto
sigue fresco debajo del cuerpo redondo y calentito que tengo, aunque se
amarillenta a penas me reclino. Agarro un puñado de tierra seca de la nada y un
árbol que está a la vista envejece. ¿Abril?
El vestido que tengo puesto aparece
cortado en horizontal entre las dos caderas. ¿Está todo bien? El vientre sigue
abultado pero blando, muy blando. Puedo tocarlo sin sentir nada.
Tres cuerpos con trajes blancos
aparecen de un segundo a otro. Me extienden la mano. Les doy la mía. Giran la
cabeza y señalan para dónde hay que ir. Desaparecen, sin un abrazo, sin una
sonrisa.
Camino con la sensación
inexplicable de estar desconectada de alguna fuente de energía. Después de
algún tiempo llego a una rama gigante de donde cuelgan unas cajitas ovaladas
transparentes. Me acerco más. Adentro, bebés. Otras ramitas diminutas y blandas
salen de sus narices, bocas, pies y manos. Algunos las tienen desde el corazón.
Una de las cajitas dice: Mateo. No alcanzo a ver a mi bebé aunque salte.
Vigilo, espero, estiro otra vez los brazos, me vuelvo a quedar dormida. De esa
raja del vestido sale cansancio y un grito que duele y se transforma en eco.
Al despertar la cajita está a mi
lado. Mi bebé duerme lejos de los pechos que todavía llenos preguntan por él.
Hasta que la incertidumbre y la confusión los evaporen.
Abrazo la cajita con fuerza
esperando que mi amor bañado en lágrimas la derrita.
Mateo estuvo 8 días en neo. Nació el 29 de abril con 2.399 kilos por
cesárea a las 39 semanas. A los dos días tuve que volverme a casa sin él. Lejos
de su calor y quedándome con la necesidad de sentirlo pegado a mí. La Ictericia
y la temperatura se regularon con los días. Una pequeña cardiopatía (CIV) nos
acompañará por algún tiempo. Ojalá que se vaya cerrando rápido con cada besito
que le doy al sacarle su ropita para bañarlo.
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